La máscara conjuga dos atributos: arte y rito unidos al ser humano como objeto simbólico más allá de ser una mercancía u objeto meramente estético.
Su uso como objeto ceremonial, funerario, en rituales mágicos-religiosos, agrícolas o de cacería, representaciones teatrales, festejos populares y carnavales la determina como un objeto polifuncional con una función social y manifestación universal de la cultura.
Las Mascaradas constituyen una de las principales manifestaciones del sincretismo en la formación de la cultura de Costa Rica, donde participaron indígenas, españoles y africanos, siendo una de las ceremonias fundamentales durante los procesos de construcción de la identidad y unidad de grupo de este país.
Un poco de historia…
El uso de las máscaras era muy generalizado en el continente Americano a la llegada de los conquistadores españoles, donde se representaban con ellas tanto figuras zoomorfas como antropomorfas, pero la mayoría de la tradición y cultura de máscaras indígenas en Costa Rica se perdió tras la colonización. El pueblo indígena de Boruca y Rey Curré, en el sureste del país, constituye una de las pocas excepciones que ha mantenido esta tradición viva con la celebración del “Juego de los Diablitos” o “Cabrú˘ rójc”. Esta festividad de resistencia cultural, de lucha continúa y de repudio a la dominación constituye un elemento de cohesión social y fortalecimiento de la identidad cultural de un pueblo a través de las máscaras como instrumento de conciencia colectiva.
En esta festividad dos personajes principales aparecen en escena con sus máscaras, el toro, que representa al español fuerte pero ingenuo y que lucha contra el indígena “diablillo”, astuto, marrullero y pícaro. Fiesta o juego que durante tres días reúne teatro, danza, artesanía, comida y bebida, relato, canto y máscaras.

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